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Actualizado: 3 mar 2021


por Erika Dunkelberg


El primero de marzo se levanta la cuarentena en Lima aún a pesar de seguir en alerta extrema. Restaurantes, tiendas, peluquerías abrirán con aforos reducidos, a pesar de indicadores epidemiológicos altos. Inclusive se estima que hacia la quincena de marzo se podrán abrir casinos. ¿Y los niños?


¿Cuándo vamos a permitir el retorno a las escuelas? ¡Que distante de lo que planteó Angela Merkel en Alemania, que lo último en cerrar y lo primero en abrir debían ser las escuelas!


Los organismos internacionales alertan sobre los estragos que está teniendo en nuestros niños el haber cerrado sus escuelas. En la región, con excepción de Ecuador y Venezuela, los niños ya han regresado progresivamente a sus aulas.


Los educadores saben sobre la importancia de retornar lo antes posible. En Perú, el Ministerio de Educación acertadamente propone un retorno seguro, voluntario, gradual, y flexible. Ha priorizado a los niños de 3, 4 y 5 años junto con los de 1 y 2do grado (y otros grados claves). Lamentablemente, el cuello de botella para la reapertura, sobre todo en las zonas urbanas, va a estar en los indicadores epidemiológicos.


Me pregunto ¿Por qué solamente las escuelas deben esperar a niveles de transmisión bajos para “reactivarse”? ¿Por qué las escuelas, que son fundamentales, han sido relegadas? Las prioridades parecen no estar bien puestas. En EEUU, la CDC recientemente recomendó que las escuelas que siguen protocolos de bioseguridad podrían abrir, inclusive aun cuando las condiciones epidemiológicas no sean las mejores y los maestros no estén vacunados.


Es imperativo que los niños pequeños puedan regresar de manera segura, lo antes posible a algún tipo de semi-presencialidad. La evidencia nos dice que las escuelas no son focos particulares de infección siempre y cuando se sigan los protocolos de bio seguridad. La evidencia nos dice que los niños menores de 10 años se contagian y transmiten menos el virus que los adultos, y los niños menores de 5 años, mucho menos aún.


Es preocupante la situación de los niños pequeños. Hasta ahora han sido secuestrados por la pandemia, por nuestros miedos, por un sistema que está acostumbrado a actuar de manera estandarizada y homogénea.


Las circunstancias requieren flexibilidad y diferenciación. Demos autonomía a los directivos para evaluar las mejores condiciones para sus niños, maestros y comunidad. Aquellas instituciones que sí están preparadas deberían poder abrir sus puertas, para recibir de manera segura y voluntaria a los niños más pequeños, pronto y primero.


La situación también nos lleva a ser creativos, a pensar en alternativas de uso de espacios públicos al aire libre, o los propios patios de las escuelas, para el regreso gradual de los niños. Aprendo en Comunidad es una excelente estrategia de MINEDU que podría ampliarse a los niños pequeños en ciudades mientras los indicadores decrecen.


La nueva semipresencialidad requiere confianza. La confianza que directivos harán lo mejor para sus estudiantes y sus maestros. La confianza que los maestros harán respetar los protocolos. La confianza que los padres respetarán los protocolos. La confianza que los niños pequeños saben seguir los protocolos.


De lo contrario, los niños pequeños seguirán secuestrados por el impacto de la pandemia en sus hogares (a nivel económico y emocional). Este tendrá un efecto directo en la calidad de experiencias que vivan y por lo tanto en su desarrollo integral. La educación cumple un rol fundamental en cerrar brechas y generar oportunidades, más aún en los primeros años de vida donde la plasticidad cerebral hace que las experiencias que vive el niño tengan gran impacto en su desarrollo.



“Reactivar” la educación es un reto importante que nos convoca a todos.





Por Erika Dunkelberg


El retorno a las clases, bajo un modelo híbrido, no será tan pronto como pensábamos. ¿Qué podemos hacer los padres para contrarrestar el impacto de la falta de clases presenciales y de un confinamiento aún más extenso? Más que nunca es fundamental que encontremos oportunidades para acercar a los niños y niñas a la naturaleza y al juego al libre. Las razones las explicamos a continuación:


1. Desarrollar habilidades: Al jugar en la naturaleza y con ella, desarrollamos habilidades que son fundamentales y que en condiciones de pandemia la educación a distancia y el confinamiento no permiten desarrollar como la toma de decisiones, el manejo de riesgos, la sensibilidad y empatía, la observación, la creatividad e imaginación, la motricidad gruesa y coordinación, el entusiasmo por descubrir, la interacción con el otro y con el entorno, etc. Son habilidades que requieren menor velocidad, mayor contemplación como nos dice Emma Aguirre, coordinadora del grupo impulsor de la educación inicial, y que compensan las habilidades que los niños están desarrollando frente a las pantallas (independencia, perseverancia, coordinación visomotora, atención visual, habilidades espaciales).


2. Cuidar la salud. Los beneficios en la salud física y mental de nuestros hijos al jugar en y con la naturaleza son indiscutibles. La pandemia, nos ha desconectado aún más de la naturaleza y confinado dentro de nuestros hogares. Richard Louv (2005) nos habla del Trastorno de Déficit de Naturaleza como metáfora a la falta de oportunidades de jugar y aprender con la y en la naturaleza. La naturaleza equilibra nuestro estado emocional, proporciona bienestar, reduce el estrés, y por lo tanto los problemas de comportamiento. En nuestra salud física, Incrementa nuestros niveles de vitamina D, reduce los problemas de visión, entre otros. ¿Recuerdan cómo se sintieron la ultima vez que estuvieron rodeados de naturaleza?.


3. Aprender a cuidar de y preocuparse por la naturaleza. Al estar desconectados de la naturaleza, recluidos, nuestros niños crecen pensando que la naturaleza es independiente de nosotros, y que ésta está para servirnos. Sin embargo, si no aprenden a cuidar la naturaleza ahora, ella no nos va a cuidar. Es fundamental que desde pequeños, los niños desarrollen la Empatía activa como nos dice Joaquín Leguía con la naturaleza. Es la sostenibilidad de la sostenibilidad. Nos hemos olvidado que somos parte de la naturaleza nos dice Karina Costilla, directora de Urpichallay. La naturaleza no es independiente de nosotros. Necesitamos reconectar a nuestros niños con la naturaleza y establecer una relación de reciprocidad, yo te cuido y tú me cuidas. Los niños pequeños tienen que aprender que estamos interrelacionados. El crecer cercano y rodeado de naturaleza deja una huella psíquica invalorable en el niño pequeño, y una mayor sensibilidad y predisposición por cuidarla.


4. Reencontrarnos con el Otro y construir valores ciudadanos. Los parques son espacios públicos que permiten a los niños y niñas mirarse, reconocerse, interpelarse. Nuestros hijos pequeños han dejado de mirarse con sus pares. Las oportunidades cada vez son más limitadas. Si bien, en tiempos de pandemia, la interacción con el otro, debe respetar el distanciamiento social, el solo hecho de compartir un espacio común permite ir construyendo una memoria conjunta y un sentido de pertenencia. En un país fragmentado necesitamos empezar a construir una historia común. Además, necesitamos visibilizar los derechos de los niños ante la política pública. Nos conduce a replantearnos la concepción de ciudad y a identificar y escalar soluciones que mejoren la vida de los niños y sus familias (ver Urban95). Una ciudad amable para el niño, es amable para todos los ciudadanos como dice Tonucci.



5. Reencontrarnos con nuestros hijos en un entorno amable, distinto al cotidiano, que da frescura a nuestro vínculo. El jugar al aire libre, en el parque es una oportunidad para reconectarnos con nuestros hijos pequeños y con nuestro propio niño. A partir de acciones sencillas como observar y contemplar la naturaleza, dibujar aquello que observamos, leer un libro al aire libre juntos, fomentamos el vínculo con nuestros hijos pequeños. El tiempo que dedicamos para estar con ellos al aire libre, está libre de las interferencias de la casa, es un tiempo exclusivo y de calidad. Todo niño pequeño necesita sentir la atención exclusiva de sus padres. Por supuesto siempre tomando las medidas de precaución necesarias como son el uso adecuado de la mascarilla, la distancia social, y el lavado de manos.




Cuando se reabran las escuelas no todos los alumnos podrán volver al mismo tiempo. Los países que han reabierto sus aulas, como Uruguay, lo han hecho por etapas. Empezaron en las zonas rurales, luego en zonas de contexto crítico, y finalmente en todo el país. Cuando sea seguro regresar a la presencialidad, tres grupos de estudiantes deben ser considerados prioritarios en la lista para el retorno a las aulas: los niños de 4 a 8 años, los estudiantes que no han logrado a acceder a plataformas online, y los estudiantes con necesidades especiales.


¿Por qué los niños de 4 a 8 años? (1) parte fundamental del desarrollo en esta etapa se basa en la interacción con los pares, (2) no están preparados para aprovechar al máximo una plataforma virtual y requieren más ayuda de sus padres, y (3) porque la deserción en este nivel ha sido la más alta. Las investigaciones no son concluyentes sobre la tasa de transmisión del COVID19 en los niños pequeños, pero parece ser menor que en los adultos[1]. Además, a diferencia de los adolescentes, los niños pequeños respetan más las normas (cuando son bien explicadas) y no se reúnen fuera de la escuela. Así lo pensaron países como Dinamarca y Finlandia quienes empezaron con los niños más pequeños. Necesitamos asegurarnos de estar construyendo buenos cimientos, y estos cimientos se construyen en los primeros años.


¿Qué sucederá cuando vuelvan a clases? ¿A qué debemos apuntar? En definitiva a un retorno con grandes cambios. Pensemos en:


(1) Clases en espacios al aire libre. Ya sucedió en el pasado en otras pandemias[2] y en algunos países ya se vienen implementado clases al aire libre[3]. Para el caso de los niños pequeños es tremendamente beneficioso usar los espacios al aire libre, dado que la enseñanza se vuelve más activa y lúdica, y el espacio abierto ofrece múltiples oportunidades para el tipo de experiencias que hoy necesitan más que nunca antes los niños. Esto nos hará replantearnos las prácticas y modelos de enseñanza.

(2) Priorizar el jugar y socializar. Los niños quieren interactuar libremente con sus amigos y no lo han podido hacer. Las escuelas deberán ser esos espacios facilitadores de socialización, donde lo prioritario, por lo menos por un tiempo, será trabajar las habilidades blandas (el intercambiar opiniones, escuchar, tomar turnos, cooperar, empatía, el autocontrol, la expresión de las emociones, resolver conflictos, etc.). El foco de las maestras estará en esto.

(3) Socializar con un número reducido de compañeros: El interactuar en grupos pequeños (y no alternar con otros compañeros más allá de tu grupo preestablecido) reduce los riesgos de grandes contagios dentro de las escuelas y permite construir redes de confianza entre padres y maestros.

(4) Prepararnos para los días que no van a la escuela. Probablemente nuestros hijos no irán a la escuela todos los días. La gran parte de países han hecho un retorno a clases gradual, por horas, y días alternos para mantener el distanciamiento social entre los alumnos. Irán a la escuela para interactuar, realizar trabajos en equipo, intercambiar opiniones, jugar, y en casa seguirán con la plataforma digital. Tendremos que organizarnos para llevar a nuestros hijos a la escuela y quedarnos con ellos en casa los días que correspondan.

(5) Familiarizarnos con nuevas rutinas: Los niños tendrán nuevos saludos, nuevas prácticas al momento de la alimentación, a la llegada y salida de la escuela, al ir al baño, y en el manejo de los materiales, y al mantener la distancia. Los niños de primaria deberán acostumbrarse al uso de la mascarilla. Inclusive tendremos nuevas rutinas al regresar a casa. Todas estas deberán ser anticipadas y explicadas a los niños por nosotros y sus maestros.

(6) Comprender que no todos irán. El regreso deberá ser voluntario. Países como Uruguay y Dinamarca plantearon un regreso voluntario. El regreso voluntario a la modalidad presencial debe estar apoyado en una plataforma de educación a distancia. ¡Lo que vuelve muy complicado el trabajo que les espera a docentes y directores!


Las escuelas deberán implementar protocolos detallados, resolver aspectos logísticos complejos y asegurar condiciones óptimas para la reapertura tanto para estudiantes como maestros. Los padres tendremos que confiar en la escuela, repasar rutinas nuevas con nuestros hijos, cuidarnos y confiar. Los maestros, tendrán que verificar que la escuela ha tomado todas las medidas necesarias para proteger su salud y la de los estudiantes, que los padres no mandarán a sus hijos ante sospecha de infección, cuidarse más que nunca, y encontrar el tiempo para planificar sus clases presenciales y las virtuales.


¡Nos espera un gran reto! ¿Estamos listos?


[1] La data no es concluyente. Algunas investigaciones recientes concluyen que la carga viral del COVID en los niños pequeños en los primeros días de contagio es más alta que la de los pacientes enfermos en las UCI. Sin embargo, en suiza, los niños de 5 a 9 años al regresar a las escuelas tuvieron 60% menos probabilidad de infectarse que los adultos. En Nueva York por ejemplo no se han observado grandes contagios de acuerdo un artículo en The New York TTmes el 22 de octubre [2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-54070581 [3] https://www.greenschoolyards.org/reopening-examples

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