por Erika Dunkelberg
El primero de marzo se levanta la cuarentena en Lima aún a pesar de seguir en alerta extrema. Restaurantes, tiendas, peluquerías abrirán con aforos reducidos, a pesar de indicadores epidemiológicos altos. Inclusive se estima que hacia la quincena de marzo se podrán abrir casinos. ¿Y los niños?
¿Cuándo vamos a permitir el retorno a las escuelas? ¡Que distante de lo que planteó Angela Merkel en Alemania, que lo último en cerrar y lo primero en abrir debían ser las escuelas!
Los organismos internacionales alertan sobre los estragos que está teniendo en nuestros niños el haber cerrado sus escuelas. En la región, con excepción de Ecuador y Venezuela, los niños ya han regresado progresivamente a sus aulas.
Los educadores saben sobre la importancia de retornar lo antes posible. En Perú, el Ministerio de Educación acertadamente propone un retorno seguro, voluntario, gradual, y flexible. Ha priorizado a los niños de 3, 4 y 5 años junto con los de 1 y 2do grado (y otros grados claves). Lamentablemente, el cuello de botella para la reapertura, sobre todo en las zonas urbanas, va a estar en los indicadores epidemiológicos.
Me pregunto ¿Por qué solamente las escuelas deben esperar a niveles de transmisión bajos para “reactivarse”? ¿Por qué las escuelas, que son fundamentales, han sido relegadas? Las prioridades parecen no estar bien puestas. En EEUU, la CDC recientemente recomendó que las escuelas que siguen protocolos de bioseguridad podrían abrir, inclusive aun cuando las condiciones epidemiológicas no sean las mejores y los maestros no estén vacunados.
Es imperativo que los niños pequeños puedan regresar de manera segura, lo antes posible a algún tipo de semi-presencialidad. La evidencia nos dice que las escuelas no son focos particulares de infección siempre y cuando se sigan los protocolos de bio seguridad. La evidencia nos dice que los niños menores de 10 años se contagian y transmiten menos el virus que los adultos, y los niños menores de 5 años, mucho menos aún.
Es preocupante la situación de los niños pequeños. Hasta ahora han sido secuestrados por la pandemia, por nuestros miedos, por un sistema que está acostumbrado a actuar de manera estandarizada y homogénea.
Las circunstancias requieren flexibilidad y diferenciación. Demos autonomía a los directivos para evaluar las mejores condiciones para sus niños, maestros y comunidad. Aquellas instituciones que sí están preparadas deberían poder abrir sus puertas, para recibir de manera segura y voluntaria a los niños más pequeños, pronto y primero.
La situación también nos lleva a ser creativos, a pensar en alternativas de uso de espacios públicos al aire libre, o los propios patios de las escuelas, para el regreso gradual de los niños. Aprendo en Comunidad es una excelente estrategia de MINEDU que podría ampliarse a los niños pequeños en ciudades mientras los indicadores decrecen.
La nueva semipresencialidad requiere confianza. La confianza que directivos harán lo mejor para sus estudiantes y sus maestros. La confianza que los maestros harán respetar los protocolos. La confianza que los padres respetarán los protocolos. La confianza que los niños pequeños saben seguir los protocolos.
De lo contrario, los niños pequeños seguirán secuestrados por el impacto de la pandemia en sus hogares (a nivel económico y emocional). Este tendrá un efecto directo en la calidad de experiencias que vivan y por lo tanto en su desarrollo integral. La educación cumple un rol fundamental en cerrar brechas y generar oportunidades, más aún en los primeros años de vida donde la plasticidad cerebral hace que las experiencias que vive el niño tengan gran impacto en su desarrollo.
“Reactivar” la educación es un reto importante que nos convoca a todos.
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